Lucy Ravenblood, una ardiente y atrevida victoriosa, llevó su placer a las calles públicas, sin vergüenza y sin miedo.Con el atrevimiento de una verdadera libertina, soltó un chorro de su propio néctar dorado, una vista que haría temblar de gusto a hasta a los voyeurs más experimentados.Pero no se detuvo allí.Con un brillo diabólico en sus ojos, buscó su juguete favorito, un consolador que nunca falló en satisfacer sus antojos más profundos.Como la brisa fresca bailaba por su piel, comenzó a acariciarse, sus movimientos rítmicos y deliberados.La vista de esta audaz zorra, sola pero llena de pasión, fue un testimonio de su naturaleza poco disculpa.Era una verdadera puta para que el mundo la viera, una visión de deseo crudo y sin filtros.Y a medida que continuaba complaciéndose, sus gritos de éxtasis resonaban por las calles vacías, una sinfonía de placer puro, sin adulterar.